Convivo con el miedo,
obligando a mis manos
a salir por las calles
mientras quedo a la espera.
Y es en esa vigilia
que soy presa el miedo.
Miedo al ruido de hojas secas
sobre baldosas desiertas.
Un miedo apenas envidioso
cuando escucho a la calle ,
suspirar a la sombra de la pasión
de un árbol.
Miedo al silencio
herido impunemente
por la gota
de un grifo monocorde
y este miedo de mi,
que camino allá afuera
adherida a los muros
patrullando el contorno
espectral
de la casa.
|