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No inventé el silencio
ni las heridas sangrantes de los tiempos
pues fui perenne caminante
que goza el paso de la niebla
y el ruido magistral de aquellos vientos.
No inventé las dunas
ni las aguas portentosas de los mares
pero estuve en ciertos funerales
de amigos fenecidos
y de sabios de palabras magistrales.
No inventé asombros
ni relámpagos ni sombras portentosas
pero tuve agua de mi noria
en el pasado airoso
de mi casa perfumada por las rosas.
No inventé escombros
ni basura innecesaria en las penurias
que dejaran manchas en mi historia
de mi triste geografía
que cargo en estos hombros.
No inventé momentos
para sangrar heridas abismales
ni huellas dolorosas
que dejan soledad y viejos males
en los hombres, las mujeres y las cosas
y sin embargo tuve
las horas más felices de las tardes.
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