Blanca, te estás muriendo y no te mueres
porque tal vez te falte un crucifijo,
te aferras a tus hijos
en la penumbra opaca de los tiempos.
Te aflige la vida y sus cuestiones
de ver a la familia desgranada,
te vas hacia la nada.
nos dejas de recuerdo tu martirio.
Y cuánta soledad en tu penuria
no obstante estar rodeada de tu gente,
te beso dulcemente
y pido a Dios te llene de su gracia.
Hoy se te va la vida quedamente,
como santa que vierte sus dolores
de dulce sacrificio
y nos deja el blasón de sus amores.
Jamás te olvidaré mientras yo viva,
pues eres el ejemplo de mis días.
Mi vida trashumante
será siempre tu lámpara votiva.
Cuando llegues al Cielo y sus encantos
con esa inconfundible aristocracia
de dama de virtudes,
festinarán los santos su alegría.
Blanca, Blanca querida y agraciada,
desde hoy te estás muriendo y no te mueres,
ni emites un quejido
porque sabes que el mundo es tu delirio.
Nos dejas tus ejemplos teologales,
tu fe, tu caridad y tu esperanza
y la mina insondable
de un lindo corazón y tu templanza.
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