Escribo para vos y mientras tanto
las voces del placer entono henchido
al ver que arropas en el viejo nido
a nuestros hijos con tu sacro manto.
De esa manera entonaré mi canto,
jamás entonces estaré rendido
y luego con razón a vos os pido
me quieras con piedad... y entre tanto
la fiesta de tu pelo de obsidiana
me obsequies en las noches nebulosas
y surjas como siempre tan ufana
en medio del jardín de tantas cosas
y siembres para mí en la mañana
la cumbre insubstancial de blancas rosas.
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