En un salón de altas candilejas
descubrí muy lejana tu silueta,
tu cintura delgada y bien formada
se veía en el marco de la puerta.
Y la gente con estupor miraba
tu grácil pelo y tus lindas formas
esculpidas de mármol de Carrara,
con tu cabeza altiva y soberana.
Se me grabó por siempre aquel instante
para dejar constancia de una cosa
con tu grata y sutil magnificencia,
al verse en el salón con tu presencia
una verdad consubstancial y útil,
cuando surgiste tú como una diosa.
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