Las manos blancas de mi abuela
son como mariposas inquietas,
jamas detienen su rápida carrera
pareciera que hablan del pasado,
dejando estelas de memorias viejas
sobre lejanos campos violetas.
Son manos por años trabajadas
carentes de adornos de oro
o uñas largas y arregladas,
sin perder postura o calmas
son inquietas viajeras sin decoro
caprichosas manos ajadas.
Manos con venas saltadas,
colmas de huellas por la edad
siempre inquietas, nunca en paz
parece que acariciaran
el pan dispuesto para hornear.
Son alargadas, cansadas y viejas,
que con prisa y habilidad se sacuden
detrás de gallinas tercas
refinando caldos con arroz
hechos en barro de cazuelas añejas.
Con destreza baten cucharas;
toman cuchillos y rodillos,
son capaces de cortar codillos
convirtiéndolos en algo sabroso
lo mismo hacen grato café
o un vivo chocolate espumoso.
Manos de artista que con cuidado
manejan tejido, calado o deshilado,
ajustando colores a discreción
sin perdonar cualquier combinación,
logran aquel hermoso bordado
con blancas palomas adornado.
Y a pesar de trabajar tanta labor
aun tienen tiempo para dar amor,
secan lágrimas producto del dolor
acarician con gran cariño,
el pelo del dormido y tierno niño,
son manos que esperan inquietas
la salida del nuevo sol
para empezar de nuevo su labor.
|