Mi cuerpo no quiere abrir los ojos
teme observar,
el miedo gana un pulso al dolor,
borra un pasado aún cercano,
extirpa un futuro incierto
y se entrega a la luz
para aliviar la delgadez
de su horizonte.
Quien no ha dormido
en el umbral de la muerte,
no sabe,
sabe sólo
quien aquello comprende.
Mi cuerpo no desea
la violación de otro bisturí,
no acostumbra vestirse
con una sola gasa, antiséptica,
a esperar sin espera
en un pasillo de lamentos
con luces de neón como abrigo
con una esperanza hueca.
Se resiste a escuchar
sus propios latidos
da la espalda a los símbolos
-síntomas conversadores-.
Me niego
rotundamente
a levantar la bandera blanca.
Puedo ganar esta lucha.
Solamente estoy asustada.
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