Fui árbol, enredadera de Adelfas, estatua de sal desmineralizada con el llanto de las agujas, peón de un juego trivial donde se inmolaban los únicos rastros de verdor.
Hoy sigo buscando el yo extraviado, encarnándome en escaladora, busco rendijas donde quepan mis manos, donde no las arañe la ventisca.
Subo peldaños, asiéndome al último segundo que fenece.
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