Dándole sentido a la existencia
vamos abriendo ventanas y puertas,
en busca de infinidad de respuestas
que sin saber, oculta la conciencia.
Dejando de usar el razonamiento
damos vida al ojo del amor
el cual se dota de pensamiento
y mora en el templo del corazón.
Miremos más allá, donde fallece el horizonte,
donde las estrellas no dejan de brillar,
tras la cascada que desnuda al monte
y abraza a la laguna en su despertar.
Tendremos entonces un alma transparente
sin cuestiones ni dudas que soslayar,
y que de laureles la felicidad nos colme
y el Cielo en la Tierra reinará.
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