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Quise mirar al infinito
y cuando mi mirada hacia el mar de dispuso,
encontró un final,
una línea indeleble
que el cielo y la tierra separaba.
¿Real o imaginada?
tan real como la veían mis ojos,
tan difusa como la alborada.
Fui tras ella, corrí sobre las aguas
y en el momento de sostenerla
entre mis dedos,
de mis besos se alejaba,
dispersándose,
huyendo,
derrumbando la imagen
de los difuminados colores
que me embargaban.
No lograba alcanzar esa fantasía,
la cual locamente ansiaba,
y allí permanecía,
cada vez más lejos,
eternamente se presentaba.
¿dónde termina el horizonte?
entonces yo me preguntaba,
no lo sé, respondía
al monólogo que me inquietaba,
y que multitud de hipótesis encontraba...
tal vez, en el precipicio de las ilusiones,
tal vez, termine con la esperanza,
tal vez, entre mis anhelos,
tal vez, en el trampolín a las estrellas,
tal vez, en mis utopías soñadas.
Y yo sueño,
que pude mirar el infinito,
pues infinitamente apareció el horizonte,
y de su esplendor me quedé postrada.
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