Buscaba luz en su camino,
era estrecho, polvoriento,
hambriento de comprensión,
de amor y sentimiento.
En su caminar nada había,
mas lo poco que poseía,
a mi me lo hacía llegar,
para enseñarme a caminar.
Si alguien tenía necesidad,
que ella pudiera calmar,
compartía sus pobres migajas,
sin pararse a pensar.
Sus carencias inevitables,
vividas en la niñez,
siguieron en la juventud,
y carente de amor su madurez.
Sus grandes vacios llenó,
al ser madre una vez,
dos y tres, hasta cinco,
sin casi poder o querer.
Olvidaba sus temores,
para calmar los mios,
que eran nimidades,
comparado con sus dolores.
Imagen que no voy a olvidar,
su cara triste y sonriente,
los niños saltando de alegría,
cuando me veian llegar.
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