Es tu quietud permanente
que me suspende en vaiven,
añoro el viento huracanado,
desde un leve y tibio sosten.
Acostumbrada estoy,
a terribles zambullidas,
esas que me hacen temblar,
para que sienta la vida.
Si busco en lo profundo,
algo de miedo me acecha,
porque amo la libertad, y
de ataduras no estoy hecha.
Anda mi mente nublada,
de mil preguntas prendida,
arden mis ideas solas,
por el miedo consumidas.
Olvidé el temor a la soledad,
el andar a la deriva,
con la única vestimenta,
del alma y la piel curtida.
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