¿Por qué en mí,
un súbito arrebato,
de rodearme ahora,
de negro, blanco,
de queridos retratos?
Mirarlos, me arropan,
exaltan, y calman,
y es así cuando veo,
mi soledad eterna
que a gritos clama.
Pero nadie escucha,
nadie puede oir,
ni llegar imaginar,
cuando me ven,
cuando sonrio,
cuando me aman.
Y que en ausencia
del gran amor,
nos imbrincamos,
con verdadero pavor,
en esa realidad,
triste y amarga.
|